La ruta para una cultura empresarial renovada comienza con la transformación de las personas que la integran.

En muchas de mis visitas a las empresas veo el deseo de sus directivos y líderes de cambiar el ambiente laboral, aspiran a ver una cultural más colaborativa, más enfocada, más creativa, más orientada a resultado… y por ahí sigue la lista según su visión y tipo de negocio. Esta aspiración puede ser frustrante cuando se hacen cambios externos y no se ven los resultados, estos van desde la definición de valores, políticas, procesos hasta la decoración con nuevos colores o inmobiliario.

Pero la transformación de la cultura organizacional no es simplemente un acto de redefinición de la filosofía empresarial o procedimientos, tampoco se trata de una ambientación más amigable. Todo es importante y ayuda, claro que sí, sin embargo, es una tarea que implica tocar la fibra más profunda de una entidad: las personas que la constituyen.

Si se aspira a cambiar la cultura organizacional, la clave radica en comprender y abrazar la premisa fundamental de que la cultura es, en última instancia, un reflejo de las personas que la componen.

La cultura no se transforma, son las personas las que se transforman o cambian y con ello cambia la cultura de la empresa u organización.

Para todos los que trabajamos en aspectos relacionados a la gestión del Talento y la Cultura nos conviene hacer un ejercicio esencial para comprender la interconexión entre el cambio individual y la evolución cultural, para diseñar ese camino que queremos emprender hacia la transformación:

1. La cultura es una expresión colectiva:

La cultura organizacional es una expresión colectiva de los valores, comportamientos y prácticas compartidas por los miembros de la organización. Es la suma total de las percepciones y actitudes de las personas que la conforman. Por lo tanto, cualquier intento de cambiar la cultura debe comenzar por comprender y abordar las creencias y mentalidades arraigadas en los individuos.

2. La transformación personal como base:

Las personas, como entidades dinámicas, están en constante evolución. Sus valores, perspectivas y habilidades cambian con el tiempo. Si se busca una transformación cultural profunda y duradera, es esencial reconocer que esta transformación comienza a nivel individual. Los líderes y colaboradores deben ser agentes activos en la búsqueda de un crecimiento personal continuo.

3. El liderazgo como modelo a seguir:

El liderazgo desempeña un papel crucial en este proceso de cambio. Los líderes que aspiran a transformar la cultura organizacional deben ser pioneros en la adopción de nuevos enfoques, valores y prácticas. Al ser modelos a seguir, influyen directamente en el comportamiento y la mentalidad de quienes los rodean, creando una cascada de cambio que permea toda la organización.

4. Venciendo la resistencia al cambio:

La resistencia al cambio es una fuerza omnipresente, pero comprender que el cambio personal es la base para el cambio cultural puede ayudar a superar esta resistencia. La comunicación transparente y la participación de los colaboradores en el proceso de cambio son esenciales para generar un sentido de propiedad y comprensión.

5. Ciclo de mejora continua:

El cambio cultural no es un destino, sino un viaje continuo. A medida que las personas experimentan un crecimiento y evolución personal, la cultura organizacional se ajusta en consecuencia. Este ciclo de mejora continua impulsa la adaptabilidad y la resiliencia en un entorno empresarial en constante cambio.

Intentando recoger un poco las ideas que he mencionado, podemos decir que cambiar la cultura organizacional significa reconocer la cultura como un organismo vivo y dinámico que se alimenta de la transformación individual. Procurar el cambio en las personas no es simplemente un primer paso, sino el cimiento sobre el cual se construye una cultura organizacional transformada.

Es un viaje que requiere paciencia, liderazgo inspirador y una comprensión profunda de la interconexión entre el crecimiento individual y la evolución cultural.

Si abrazas esta realidad, entonces se puede aspirar a una transformación cultural auténtica y sostenible.

Hasta la próxima vez,